La amapola
Esta historia la cuento yo, una
amapolita que vivía en un pequeño claro del bosque, al lado de un montón de
amapolas pero nunca, y no sé por qué, me atreví a hablarles. Todas eran muy
amigas pero, mi gran timidez nunca me dejó conversar con ellas, y es que a
veces pensaba que me darían de lado, que no les caería bien o cualquier otra
cosa.
Siempre fui
muy solitaria, tímida y triste. Sin embargo, cuando creía que la tristeza
y la soledad me invadían por completo y esperaba a la debilidad de mis
preciosos y perfectos pétalos rojos, entonces, la cosa cambió por completo.
Un día, al
claro en el que yo vivía, vino un hermoso joven de cabellos finos y cobrizos,
quien se sentó entre nosotras y sacó con muchísima delicadeza de su maletín de
cuero, como si de algo frágil se tratase, un pequeño y antiguo, aunque muy
bonito libro, en el que empezó a escribir mientras yo lo observaba con
admiración. Desde aquella jornada, el joven se acostumbró a venir cada
amanecer, cuando el sol naciente se reflejaba en sus preciosos mechones
marrones cada vez más brillantes y bonitos, a escribir en su libreta mientras
yo lo miraba atentamente y escuchaba embelesada lo que el leía en voz alta. Eso
fue lo que me mantuvo viva, el dormir pensando en que mañana volvería, soñando
con él, yo vivía por él.
El joven
cumplió con su tarea de venir cada día durante muchísimo tiempo y siempre hacía
su ritual, sacaba su libro y empezaba a escribir. Sin embargo, aquella mañana
aguardaba su llegada antes del alba, pero ese día no apareció y fue así durante
mucho tiempo, el suficiente para que yo volviese a creer que me moriría, pues
volvía a no sentir deseos de vivir.
Cuando creía
que no duraría mucho más tiempo, de nuevo apareció con su maletín de
cuero, para volver a llenar de luz mi vida. Se sentó y cogió su libro para
escribir y cuando terminó me fascinó otra vez con sus bonitos relatos.
Esta última
historia que me contó fue la más importante y en la que comprendí que
quizás tuviese que hablar con las demás amapolas, y así lo hice y me di cuenta
de que no tenía por qué tener miedo. Desde entonces no he vuelto a sentirme
sola ni triste.
Ángela Bohórquez Castañeda
El Aula 17
Un día a Juan
Luis se le ocurrió la idea de ir al aula 17. La descubrió con Daniel, Luisa,
Victor y Francisco Antonio en la hora de Educación Física.
Mientras se escondían de los que tiraban las pelotas, entramos en el aula que, en realidad es el cuartillo de Inés, nos escondimos y descubrimos un aula secreta donde había todo tipo de pelotas, entonces nos pusimos a jugar y de repente escuchamos ¡Daniel, Luisa¡ Salimos, pero el maestro no nos riñó.
Mientras se escondían de los que tiraban las pelotas, entramos en el aula que, en realidad es el cuartillo de Inés, nos escondimos y descubrimos un aula secreta donde había todo tipo de pelotas, entonces nos pusimos a jugar y de repente escuchamos ¡Daniel, Luisa¡ Salimos, pero el maestro no nos riñó.
Bueno, a lo
que íbamos, entonces Juan Luis repartió unas notitas que decían: ”hoy a la hora
del recreo en el cuartillo de Inés”. Todos vinieron y entramos, al principio
era oscuro pero entramos en el cuarto de las pelotas y nos pusimos a jugar
hasta que Ale Chacón y Ale García, tiraron la estantería de las pelotas,
entoncesy descubrimos otra sala secreta.
La sala
secreta era un gran laberinto, entramos. Cristina estaba gritando
y abrazada a Rosa todo el tiempo, porque estaba muy oscuro, hasta que
vimos una vela y al lado un cartel que decía:”si entras no saldrás”.
Entonces Lola
dijo: -huy, yo me voy a la salida.
Migue García
dijo: -entonces corre a dar Francés.
Lola se
arrepintió y siguió, fuimos adelante y vimos una puerta con un agujero en
medio, no sabíamos como abrirla, entonces Miguel Ángel Vega le quitó la pelota
que tenía Miguel Ángel Platero, él se enfadó pero al rato lo vio Migue Vega,
fue y puso la pelota en el agujero. De repente la sala se iluminó, la puerta se
abrió y vimos un puente de madera vieja y chirriante, a todos nos dio miedo
pero Francisco Miguel dijo: -Qué guay, yo primero, yo primero.
Corrió a
toda prisa y lo cruzó, todos nos quedamos con la boca abierta y no tuvimos más
remedio que cruzar, cruzamos todos a la vez y de repente escuchamos un
chirrido, nos paramos, de repente el puente se rompió y caímos, pero nos
agarramos a lo que quedaba de puente, pero de repente....
Daniel Toro
Panda
Panda es mi
perra, que cuando llegó a mi casa yo estaba jugando un partido de baloncesto.
Cuando llegué a mi casa me llevé una gran sorpresa porque mis hermanos y yo
llevábamos tres o cuatro meses pidiéndole a mis padres que trajesen un perro, y
lo trajeron. Panda se comía los calcetines, pero ya no se come los calcetines.
Panda es un podenco andaluz de color canela. Yo quiero mucho a mi “leona”
(leona porque cuando se levanta me llega a los hombros) pero no sé qué puedo
poner más así que lo dejo aquí.
Antonio Pablo
Una persona que nunca olvidaré
Este año ha
sido el peor de mi vida por la pérdida de mi abuela. Ella estaba mal porque se
rompió una cadera y hace un año, por ahí, se partió la otra.
Todos los días
que iba a verla me sentaba a su lado y le daba muchos abrazos. Ella era muy
buena y en Navidades, el día de las uvas, comprábamos sprays de nieve y nos los
echábamos entre nosotros. A ella le echábamos un poco y se reía mucho.
El día que me
lo dijeron estaba mi hermana en el hospital porque la operaron de apendicitis y
cuando llegué a mi casa no dormí en toda la noche porque no paraba de llorar y
solo pensaba en ella.
Al día
siguiente llegué al colegio llorando y no me apetecía hablar con nadie, ni con
mis mejores amigos, no paraban de preguntarme qué me pasaba y no les
contestaba. Me enteré de que mis primos también habían llorado y fuimos por la
tarde a acompañar a mi abuelo que estaba muy triste.
Cuando fui al
fútbol iba muy deprimido y no hablaba con nadie. Hasta estos días pienso en
ella .Y siempre la llevaré en mi corazón.
Carlos
¿Dónde voy de vacaciones?
Este puente me voy a Granada, a un
pueblo llamado Dólar, sí, como el billete.
Allí, me lo
paso muy bien porque me llevo todo el día con la bici. Y por la noche, me
acuesto muy tarde.
Como es un
pueblo pequeño, no hay mucha gente, solo unos 500 habitantes .
El pueblo,
como está en una montaña, tiene muchas cuestas y más de una vez, mis amigos y
yo, hemos pegado algún que otro bocazo.
No
podemos hacer mucho ruido, porque porque hay muchas abuelas, que salen con el
bastón... y lo mejor es correr.¡Esto es un pueblo de locos!
Andrés
Siempre serán queridos
A mi abuela siempre la querré, esté aquí o no. Mi abuela se fue
al cielo en junio, yo estaba en mi casa viendo la televisión cuando de repente
llamaron por teléfono, era mi tía que estaba casi llorando, preguntó por mi
padre que bajó deprisa. Mi padre rompió a llorar cuando de repente le digo:
-¿Qué pasa?
-La abuela ha
muerto –me contestó.
-Es una broma,
¿no?
-La abuela ha
muerto de cáncer.
Ya mi abuela no estaba aquí, al día siguiente fue el entierro, me
quedé solo en mi casa con mi hermana Alba, que no paraba de llorar. Se fueron a
las nueve de la mañana y llegaron a las seis de la tarde. Mi padre era uno de
los que llevaban el ataúd con mis primos.
Víctor
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